lunes, 4 de octubre de 2010

Layla...

El amor es un rayo de luz indirecta
una gota de paz, una fe que despierta,
un zumbido en el aire, un punto en la niebla
un perfil, una sombra, una pausa, una espera.

Y el amor desbarata tus grandes ideas,
te destroza, te rompe, te parte, te quiebra.
y te hace ese que tu no quisieras
y te empuja a la nada y te deja hecho MIERDA.

Yolandita Monge

Y tarareando tan real afirmación…

Es así como nació esto… (aquí les dejo mi primer cuento)


Layla...

Era un día luminoso… donde las nubes blancas se dibujan en el cielo, las gaviotas juegan entre cúmulos y una brisa fresca bailaba en su pelo.

La india Layla se tendía sobre la yerba y jugaba a contar mariposas mientras soñaba con el regreso de su amado Urayoan posándole un beso en sus labios. Ese fue el día en cual la inocente Layla conoció la dualidad del deseo, la indecisión humana y la arrolladora sensación de impotencia, cuando el amor se te divide en las manos…

Su isla había sido conquistada por colonizadores españoles, ese día a su tierra llego Fraile Lemuel, era un joven sacerdote el cual ayudar al prójimo era su motivo de existencia, su norte…

El mundo de Lemuel pauso por un segundo y el silencio enmudeció su mente cuando sus ojos se perdieron en la profundidad oscura y brillante que había en los ojos de Layla.

Se conocieron cuando llego a predicar en se tribu, su piel desnuda, color bronce, sus labios anchos, carnoso, su pelo negro, lacio, largo, sus pómulos marcados, sus ojos negros y su blanca sonrisa llena de inocencia, conquistaron su alma. Pero su promesa de castidad absoluta y su total devoción hacia el Señor y respeto a su prójimo, mantenían ese sentimiento latente pero preso en el alma, arrullado en el cobijo de al menos verla reír cada día.

Layla creía que Lemuel era un Dios que bajo de las nubes, su blanca piel, sus ojos azules, la dulzura de su hablar pausado, la paz de su mirada y su bondad absoluta, termino por conquistarla… pero su amor incondicional, su abnegación inquebrantable y su absoluta devoción a Urayoan mantenían ese sentimiento atado en un rincón perdido de su ser.

Pero tanto respeto, honestidad y pureza de un sentimiento que sin tener vida debería quedar enterado ante la realidad que vivían, quedo empañado y manchado por el pecado.

Lemuel caminaba en el bosque en busca de una hierba la cual daba un té que ayudaba a calmar los nervios, a relajarse y aplacar el dolor, era sin duda el mejor medicamento para mucho de sus pacientes, pero para él, esa acción, ese preciso momento significaba la pérdida de sus alas.

Al final del camino del húmedo bosque había un riachuelo, Layla estaba tomando un baño buscando aplacar el calor intenso del luminoso Sol, nadaba y nadaba entre hojas y flores, se coloco una orquídea blanca en su oreja, su largo pelo pegado a su espalda por el agua, su piel cobriza estaba desnuda y su enorme y blanca sonrisa iluminaba el agua.

Lemuel estaba aterrado, nunca había sentido el deseo de la carne, el deseo puro, el deseo del sexo, la observaba oculto detrás de un enorme árbol. Su respiración se acelero, su corazón se agito, el sudor bañaba su frente y su piel se erizo, corrió hacia Layla, la tomo entre sus brazos y le hizo el amor entre el agua y una piedra, fue salvaje… fue brutal… fue deseo, simplemente amor…

Urayoan corría en bosque en busca de su amada, con una tenue y dulce sonrisa en su perfecta y fuerte cara, para al fin posar el beso en sus labios y regalarle una flor. A lo largo del camino se escuchaban los jadeos y tenues gritos de los amantes, Urayoan no tardo en darse cuenta que su esposa y el sacerdote compartían el pecado de la infidelidad y la lujuria. Atónito, perplejo y cegado por el odio, atrapo a Lemuel por la nuca automáticamente partiendo su cuello y a Layla la golpeo hasta que su cara quedo convertida en un charco de sangre y la muerte se la llevo.

Entre gritos de un desgarrador dolor, Urayoan entendió que había cegado la vida de su amada, la tomo en sus manos, la acurrucó en su pecho y ahogado por el llanto se suplicaba que volviera.

Su alma no tolero el peso de su delito… así que amarro de un árbol el cinturón del Fraile y silencio su vida.

El amor te arropa como una ola, te empuja como corriente, te besa como el Sol, te eleva en vuelo, te posa un beso, te roba dos suspiros, tres silencios, te vuelve estúpido y te engrandece…